martes, 13 de noviembre de 2012

POLTRONA

Hoy he estado en las oficinas del SEPE (el paro, vamos) en la localidad de Majadahonda. He ido para poder capitalizar el dinero de mi prestación por desempleo para pagar mis cuotas de autónomo. Como me lo imaginaba, he salido de ahí con las manos vacías. Eso sí, a la entrada, un gran cartel animando a que mañana nos unamos a la huelga. Pero, ¿quiénes?

Y digo quiénes porque los que están trabajando ahí saben que aunque caiga una bomba atómica, ellos seguirán teniendo su trabajo; y los que acuden -muchos desesperados- para ver si obtienen un trabajo dudo que tengan ganas, moral y fuerza para secundar la huelga.
Tengo unas ganas de que a algún iluminado se le encienda la luz y declare una huelga a la japonesa. ¿Os imagináis, todos los empleados trabajando sin parar?, funcionarios incluidos, claro.
Aún no se sabe qué efectos y beneficios tiene un paro general. Pero las cosas, cuando van mal, en vez de sentarnos, escuchar propuestas y tomar decisiones, ¡a la huelga!; y asunto solucionado.

Se imaginan a un paciente con cáncer y, viendo que el resultado no es el deseado (la recuperación), los oncólogos dijeran ¡Hale, a tomar vientos, quítale la quimio! Pues lo más probable es que el enfermo vaya al cortijo de los callados en breve.

Qué ganitas, pero qué ganitas tengo, de que ciertos sectores públicos se privaticen. Ganaríamos en eficiencia de una manera colosal.

Perdonad por el calentón, pero he perdido toda la mañana haciendo nada, cuando podía haber atendido a mi cliente e intentar ganar alguno más.
Buenos días.

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